La honestidad, del término latino
honestĭtas, es la cualidad de honesto. Por lo tanto, la palabra hace referencia
a aquel que es decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo,
recto u honrado, según detalla el diccionario de la Real Academia Española
(RAE).
En otras palabras, la honestidad
constituye una cualidad humana que consiste en comportarse y expresarse con
sinceridad y coherencia, respetando los valores de la justicia y la verdad.
La honestidad no puede basarse en
los propios deseos de las personas. Actuar en forma honesta requiere de un
apego a la verdad que va más allá de las intenciones. Un hombre no puede actuar
de acuerdo a sus propios intereses, por ejemplo obviando información, y ser
considerado honesto.
En concreto podemos determinar
que la honestidad es un valor humano que significa que una persona que la tenga
no sólo se respeta a sí misma sino también al resto de sus semejantes. Sin
olvidar tampoco otras características fundamentales como serían la franqueza y,
por supuesto, la verdad.
Todo ello da lugar a que se
establezca que poseer dicha honestidad es algo imprescindible en la naturaleza
del ser humano pues se convierte en pieza clave en todo tipo de relaciones.
Así, es eje en la amistad, en el seno de la familia, en la relación amorosa y
de igual manera en cualquier tipo de relación social. Para que cualquiera de
aquellas funcione debe existir en honestidad y no falsedad, injusticia o
fingimiento. Y es que aquel valor que nos ocupa lo que hace es aportar a los
mismos cariño, confianza, amor y sinceridad absoluta.
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